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sábado, 7 de septiembre de 2013

No todo es culpa de Zubi

Vaya por delante que quien les escribe no consideraba necesario para el Barça el fichaje de un central. La plantilla dispone de tres y, se supone, pronto reaparecerá el cuarto. Repasando las plantillas de los grandes de Europa pocos tienen más efectivos en esta demarcación. Además, las apuestas precedentes -cómo olvidar a Chigrinski- no ayudan a confiar en los mirlos blancos. Ahora bien: la gestión pública y interna que se ha hecho de la planificación sólo se puede calificar como rocambolesca.

Neymar aparte, el gran nombre fue Thiago Silva. De él supimos por sus propias palabras que está feliz en el PSG, por boca de Sandro Rosell -tras advertencia del jeque Al Thani- que su fichaje desequilibraría la escala salarial y Zubizarreta acabó zanjando la cuestión al afirmar que no todos los futbolistas sueñan con jugar en el Camp Nou. Todo cuadraba hasta que Toni Freixa aseguró que el brasileño sí quería venir y que, además, fue la única opción que manejó el club. Entonces, ¿quién realizó una oferta por David Luiz, reconocida por el propio jugador y rechazada por Mourinho? Pues no, el nombre de David Luiz no surgió de la secretaría técnica. Otra cosa es si Zubi y su equipo pusieron sobre la mesa algún otro nombre de garantías. Se sabe que Mathieu -lateral de origen- fue considerado una opción, aunque acabó siendo descartado porque su perfil y el de Thiago Silva poco tienen que ver.

En la transición desde Vilanova, que quería un central a toda costa, a Martino se atascó el asunto. El argentino consideró -con buen criterio siempre que de veras confíe en Bartra- que no tenía suficiente conocimiento de su plantilla para traer elementos de fuera, que prefería quedarse con lo que ya tiene por lo menos hasta invierno y, de paso, reforzar a Mascherano y ganarse la confianza de Puyol. Lo que chirría en esta decisión es que, según dijeron los médicos tras su última operación, Puyol debía estar a punto para iniciar la pretemporada, y aún hoy se desconoce cuándo podrá reaparecer. Sin duda, habrá quien argumente que Zubi debió imponer su conocimiento basado en el pasado reciente sobre el criterio de un entrenador recién llegado, pero ese no es su estilo. No se trata de estar de acuerdo con todas las decisiones del vasco. Por ejemplo, cuesta entender que viva al día con el relevo en la portería. El excelente momento de Valdés es pan para hoy y hambre para mañana, cuando el Barça podría tener el relevo ya en el Camp Nou empezando a asimilar sin presión inmediata la responsabilidad que le va a caer encima la próxima temporada.

Se le considere más o menos brillante, el Barça tiene un director deportivo coherente y honesto, que asume como parte del sueldo decisiones propias y ajenas. Se sabe discutido, criticado y señalado pero, aun así, no le importa decir que el Barça cierra el mercado con la plantilla que quiere a pesar de todo lo que se ha hablado del central y cuando el club ha perdido un activo de futuro como Thiago.

Por si Zubi no se había tragado suficientes sapos durante el verano, Rosell le dio un empujón más hacia el abismo al desvelar que el fichaje del Tata Martino lo gestionó el director deportivo pero fue propuesto desde el despacho presidencial. Da la impresión que a Zubi, más que sus errores, le está pasando factura el hecho de haber blindado a su equipo de trabajo cuando la junta le discutió la continuidad de alguno de sus colaboradores. Tiempo habrá para comprobar la confianza que el club le profesa ahora que se acerca el fin de su contrato. Como dijo Mascherano en RAC1, el Barça peca de autodestructivo porque desde fuera siempre se buscan peros. El argentino acierta en la primera parte de su diagnóstico pero no me negarán que, desde dentro, también reman para que se cumpla esta máxima histórica.

Jordi Costa / LaVanguardia.com

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